Son uno de los pescados azules más consumidos y un imprescindible en cualquier despensa. Además de su gran versatilidad culinaria y sabor, las sardinas en lata poseen numerosos nutrientes que contribuyen a mejorar el estado de salud general.
Uno de los nutrientes que destaca en este pescado son los ácidos grasos de Omega 3. De hecho, tal es su aporte de este nutriente que, según la Fundación Española de Nutrición (FEN), una ración de sardinas cubre casi el 100% de la ingesta diaria recomendada (IDR) de este nutriente. Además de los Omega 3, las sardinas en lata poseen otras propiedades tales como:
- Vitaminas B2, B3, B6, B12 y D
- Fósforo, selenio y calcio
- Proteínas.
Todos estos nutrientes, se transforman en los siguientes beneficios para el organismo:
Las sardinas aportan proteínas de alto valor biológico. Esto significa que contienen aminoácidos denominados “esenciales”, que son aquellos que el cuerpo no puede fabricar por sí mismo y necesita adquirirlos de la alimentación. Las proteínas, a su vez, contribuyen al desarrollo muscular e intervienen en la formación de estructuras esenciales para el funcionamiento integral del organismo (enzimas, tejidos etc.)
La vitamina B2 o riboflavina, está presente en la síntesis de nutrientes como los hidratos de carbono, las grasas o las proteínas, que permiten a las células del organismo obtener la energía suficiente para funcionar. Además, la vitamina B2 participa, también, en el procesamiento del yodo por parte de la glándula tiroides y en el mantenimiento de la salud ocular y cutánea.
La vitamina B3 o niacina, es necesaria para el metabolismo energético, especialmente para el metabolismo de la grasa, la glucosa y el alcohol. La niacina posee, también, funciones relacionadas con el sistema nervioso, la piel o el aparato digestivo.
La vitamina B6 o piridoxina, interviene en la síntesis de proteínas y ácidos grasos y en la formación de hemoglobina, ADN y ARN. También posee otras funciones relacionadas con la función cognitiva, inmune y con el funcionamiento de las hormonas esteroideas.
La vitamina B12, conocida como cianocobalamina, participa en la formación de células sanguíneas y del ADN y ARN, así como en la función de los nervios periféricos.
La vitamina D, es esencial para el metabolismo del calcio y el fósforo, facilitando la absorción de éstos y favoreciendo la mineralización de los huesos. Este nutriente, también es importante para la diferenciación celular y para la secreción de insulina.
Las sardinas en lata son una de las mayores fuentes de fósforo. De hecho, según la FEN, una ración de sardinas aporta el 98% de la IDR. Este mineral, participa en el metabolismo energético y ayuda a mantener los equilibrios ácido-base regulando, así, el pH corporal.
Las sardinas también son ricas en selenio, un mineral que actúa como agente oxidante y ayuda a proteger al organismo de la formación de radicales libres. También se cree que el selenio puede estar implicado en la respuesta inmune.
Al consumir las sardinas enteras, éstas suponen una buena fuente de calcio, el cual ayuda a mantener la estructura de huesos y dientes.
Por último, como mencionábamos anteriormente, las sardinas en conserva son extremadamente ricas en ácidos grasos de omega 3, que contribuyen al control del colesterol y a prevenir enfermedades cardiovasculares. Además, existen 2 estudios que defienden que el consumo regular de sardinas en conserva puede ayudar a prevenir la diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer tales como el cáncer de colon.



